El virus de la influenza A-H1N1 se extendió rápidamente en el mundo, ocasionando que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara oficialmente, el 11 de junio de 2009, la primer pandemia de influenza en 40 años.
A nuestro parecer cuatro son las lecciones principales que ha dejado la pandemia de influenza AH1N1. En primer lugar, demostró que las actuales técnicas que permiten producir vacunas demoran demasiado tiempo. En este caso, transcurrieron seis meses desde la identificación del nuevo virus hasta la creación de una vacuna cuyos estándares de calidad fueran adecuados para proteger a seres humanos.
Una segunda lección tiene que ver con la calidad del análisis de muestras sospechosas. Debido a la premura del acontecimiento, los primeros exámenes de diagnóstico se realizaron con rapidez, lo que posiblemente originó falsos positivos. Esta situación se hubiera evitado con la implementación de técnicas de diagnóstico basadas en la seroprevalencia, que miden la presencia de anticuerpos en la sangre, en este caso contra la influenza.
La tercera lección, relacionada con la anterior, se refiere la exactitud de las estimaciones de cuánta gente había sido realmente infectada. No fue sino hasta septiembre de 2009, cinco meses después de iniciada la pandemia, que los epidemiólogos obtuvieron estos datos.
La última lección involucra a los investigadores clínicos, que fueron lentos en responder en comparación con los epidemiólogos y los virólogos, en parte porque se mantuvieron ocupados en atender frontalmente la pandemia, lo que les impidió realizar las investigaciones necesarias.
Anne Kelso, directora del Collaborating Centre for Reference and Research on Influenza en Melbourne, Australia, subraya como problema adicional el retraso que trajeron consideraciones éticas, que provocó que la epidemia estuviera sobre nosotros antes de que los estudios se iniciaran siquiera.
Reflexiones a un año de la pandemia
Pueden transcurrir años sin que conozcamos, de manera veraz, cuántas muertes fueron causadas por una pandemia. En el caso de la influenza A-H1N1, muchas muertes no fueron atribuidas directamente al virus, sino a condiciones previas de los pacientes, como enfermedades cardiacas o diabetes.
En cuestión de cifras, estimaciones conservadoras revelan que en Estados Unidos la influenza A-H1N1 causo al menos entre 7 mil 500 a 12 mil decesos. Si bien son menos de la mitad de las ocasionadas anualmente por la influenza estacional A-H1N1 y la influenza B, el número de años de vida perdidos fue alrededor de un cuarto más de lo usual, porque en 2009 los fallecimientos por la pandemia ocurrieron entre personas jóvenes, al contrario de lo que generalmente ocurre en la influenza estacional.
La influenza estacional primordialmente ataca a personas mayores y niños, pero esta pandemia afectó especialmente a niños entre 6 y 13 años y jóvenes adultos en edad productiva. Una investigación publicada en enero de 2010 en la revista BMC Infectious Diseases reportó que más de tres cuartos de los casos sucedieron en jóvenes menores de 30 años, especialmente en el rango de edad entre los 10–19 años.
Una posible respuesta a este fenómeno puede ser que la gente mayor tiene un sistema de anticuerpos capaz de hacerle frente al ataque del virus nuevo de A-H1N1, probablemente como resultado de exposiciones previas a microorganismos similares.
Por otro lado, cifras menos conservadoras de la mortalidad causada por el nuevo virus muestran que hubo 44,100 muertes adicionales en Estados Unidos durante la pandemia que durante estaciones típicas de influenza previas. Los años de vida que se perdieron fueron entre tres y cuatro veces lo que se observa durante una temporada en que circula una cepa virulenta de H3N2, y cinco veces los que se pierden durante una estación en que circulan virus H1N1 y tipo B - ¡lo cual es del mismo orden de magnitud que la pandemia de influenza de 1968!
Debemos subrayar que tenemos que mantenernos alertas, pues pandemias anteriores han demostrado que se presentan rebrotes de infecciones y contagios; estas oleadas tardías siempre son más severas que las primeras. "Estamos en un periodo pandémico que puede durar entre dos y cinco años, por eso debemos mantener la guardia” señala Lone Simonsen, especialista en influenza del Research and Policy for Infectious Disease Dynamics (RAPIDD).
*Artículo resumido y traducido al español por Lourdes Torres Camargo. El original fue escrito por Declan Butler denominado Portrait of a year-old pandemic, se publicó en Nature News 464, 1112-1113 (2010), 21 de abril de 2010. Puede consultarse en http://www.nature.com/news/2010/210410/full/4641112a.html